dijous, 28 d’octubre del 2010

La dirección por objetivos hace aguas: Carmen Sánchez-Silva, El País

El primer modelo de gestión que se introdujo en EEUU en los años 50 está siendo más cuestionado que nunca. La UOC es una de esas organizaciones en las que el modelo de gestión está pasando de la mera dirección por objetivos a una gestión por valores.
Susana es un ejemplo de la ineficacia de la dirección por objetivos. Trabaja en una de las primeras entidades bancarias españolas que, a la vista de su potencial, decidió poner en sus manos la dirección de una de sus sucursales en Madrid. Duró apenas un año porque, como dice, la presión por conseguir captar un número imposible de hipotecas, cuentas corrientes, seguros de vida..., era tan fuerte que no aguantó. Ahora trabaja en otra de las oficinas del banco, más pequeña y con menos responsabilidad, pero es feliz.
Muchos otros ejecutivos no tienen la misma suerte que Susana y, en vez de ser trasladados, son despedidos. De ahí que en esta crisis se hayan puesto de manifiesto comportamientos carentes de ética que se justificaban en la consecución de unos resultados que llevarían a ganar jugosos bonus.
Así las cosas, el primer modelo de gestión que se introdujo en Estados Unidos en los años cincuenta del pasado siglo está siendo más cuestionado que nunca porque, en vez de mejorar el rendimiento de las plantillas, en muchos casos sirve para corromper la cultura organizacional, deteriorar las relaciones interpersonales y propiciar comportamientos poco éticos, tal y como señala el director general de Futurstep (grupo Korn Ferry), Andrés Fontela. A su juicio, son abundantes las empresas que han hecho de los objetivos un fin en sí mismo, olvidándose de dar importancia al procedimiento para lograrlos.

"La dirección por objetivos no está en crisis. Es una metodología plenamente vigente. Pero, con el paso de los años, se ha pervertido. Se ha utilizado como una excusa para retribuir más que como una estrategia para dirigir la empresa. En la época de bonanza los ejecutivos cumplían los objetivos sin mucho esfuerzo. Sin embargo, ahora, aunque se hayan vuelto más prudentes, las corporaciones mantienen unos niveles de exigencia muy difíciles de lograr. No se han rebajado lo suficiente para que los trabajadores puedan conseguirlos y cobrarlos. Los sueldos variables se han recortado bastante en 2008, 2009 y 2010, y se está echando la culpa al modelo de gestión", opina Susana Marcos, socia de la consultora PeopleMatters.

Iván Martén, socio de The Boston Consulting Group (BCG), considera que "la gestión del desempeño es una gran preocupación para las compañías porque todavía no han conseguido los resultados adecuados. Tienen buenos sistemas para desarrollarla, pero están mal ejecutados. O ponen unos objetivos muy ambiciosos, o son vagos o, directamente, absurdos; y entonces los revisan". Los objetivos no solo deben ser cuantitativos, sino cualitativos; deben medir los comportamientos, es decir, la forma de lograrlos; han de ligarse a la creación de valor del empleado para que no todos sean valorados por igual y no deben retocarse para que la remuneración no se vea afectada, continúa.
Para Martén, con la crisis, la dirección por objetivos se hace más importante que nunca, ya que las empresas tienen que enfocarse en unas pocas prioridades concretas y alinear a sus trabajadores con ellas. "Los objetivos han de ajustarse a la realidad, a parámetros conseguibles. Y ser gestionables porque, si no se pueden lograr, las plantillas los desestiman y no sirven como elemento motivador", agrega, en la creencia de que son un elemento fundamental para el compromiso de las personas con la organización.

¿Y cuáles son los retos que se plantean como prioritarios las empresas hoy? Según el experto en recursos humanos de BCG, la innovación, la excelencia de costes y la colaboración entre los equipos. Fontela cree que es necesario revisar el sistema en la misma línea que Martén para que la dirección por objetivos no se vuelva en contra de la empresa, al ser un fin en sí misma. "Hay que buscar el equilibrio entre el corto y el largo plazo", mantiene.
Josep Ginesta representa a una de esas organizaciones en las que el modelo de gestión está pasando de la mera dirección por objetivos a una gestión por valores: la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Ese management que combina los elementos cuantitativos y cualitativos que los otros expertos consultados creen debe imponerse para mejorar la motivación y el compromiso de los empleados.
El director de personas de la UOC mantiene que han implantado el sistema hace un año entre el equipo directivo, de 300 personas, y ahora lo están llevando al profesorado, que eleva la plantilla a 900. ¿En qué se basa la gestión de la contribución, como lo denomina? Pues en que valora con un peso del 50% las competencias, el cómo se trabaja, explica; mientras que los objetivos suponen el 30% de la evaluación y el 20% restante tiene que ver con el ajuste entre las funciones y las competencias, en el comportamiento del día a día.
Para Ginesta, la clave del modelo está en la fijación de los indicadores; "en la que participan todos los componentes de la organización y así se hace tangible su trabajo con la medición. Cuando se define un objetivo tiene que haber detrás un indicador. El resultado te lo garantiza el compromiso de las personas", asegura mientras defiende la dirección por valores, en la que tangibles e intangibles se mezclan a la perfección.


Un sistema de gestión histórico

A mediados del pasado siglo se pasó de la dirección a golpes de timón a la dirección por objetivos. Es al austriaco Peter F. Drucker (1909-2005) a quien se atribuye la puesta en marcha de este modelo, del que ya hablaron antes otros expertos del management. Aunque era abogado, se introdujo en el ámbito de la gestión y fue consultor de General Electric, cuando la lideraba su amigo Harold Smiddy. Entre los dos implantaron el sistema en la que entonces se había convertido probablemente en la mayor corporación del mundo. Y gracias a la multinacional es como este método de gestión se desplegó por todo el mundo. Pese a haber pasado épocas mejores y peores en los últimos setenta años, lo cierto es que sigue vigente. Lo que ha servido para que a Drucker se le defina como uno de los padres del management.
El experto mantenía que la dirección por objetivos se basa en definir áreas clave en la compañía para establecer esos retos y en evaluar los resultados. En su opinión, las variables a medir son: la posición de la empresa en el mercado en función del mercado potencial que tiene; la innovación tanto en productos y servicios como en procesos; la productividad; la rentabilidad; los recursos físicos y financieros; el rendimiento y desarrollo del directivo; el rendimiento y la actitud de los trabajadores y lo que hoy se llamaría la responsabilidad social de la empresa.





dimecres, 27 d’octubre del 2010

Los políticos se apuntan al 'coaching' Tamara Vázquez, Expansión

La crisis ha disparado el fichaje de ejecutivos que proceden de la política. Es un salto profesional que beneficia tanto a la empresa contratante como al directivo 'estrella' y que, en ocasiones, precisa de un acompañamiento personal especializado.
Aunque el coaching dirigido a políticos es una disciplina relativamente reciente en nuestro país, cada vez son más los cargos públicos españoles que deciden reforzar su carrera participando en procesos ejecutivos de desarrollo personal.
Esta tendencia -que ya cuenta con cierta solera en los países anglosajones- se ha acentuado en los dos últimos años, en parte porque el contexto económico ha disparado el trasvase de cargos públicos hacia la empresa privada. Son muchos los ejemplos que atestiguan este movimiento, entre otros, el popular Josep Piqué, que actualmente es el presidente de la aerolínea de bajo coste Vueling; Jordi Sevilla, ex ministro socialista de Administraciones Públicas y asesor de alto nivel de PricewaterhouseCoopers; y Josu Jon Imaz, ex presidente del Partido Nacionalista Vasco y presidente ejecutivo de Petronor.
Como señala María Mosquera, de Michael Page, este tipo de perfiles conocen muy bien el funcionamiento de las administraciones públicas y disponen de una nutrida agenda de contactos, lo que multiplica la seducción que ejercen en la esfera empresarial, sobre todo en períodos de crisis. "Las organizaciones saben que estos fichajes elevan automáticamente su prestigio. Valoran su influencia nacional e internacional, su red de contactos -en terrenos como el político, el económico y el cultural-, su habilidad de comunicación y de trabajo en equipo y el profundo conocimiento que tienen acerca de los procedimientos legales".
Para garantizar la adaptación de sus nuevos ejecutivos al entorno empresarial, las organizaciones les suelen proponer que participen en programas de coaching especializado, una técnica que no puede ser entendida como un mero entrenamiento, sino que es un acompañamiento que ayuda al coachee -la persona que recibe el apoyo- a iniciar un proceso de reflexión que le ayude a crecer profesionalmente, superando sus propias limitaciones y creencias.
En concreto, el político que da el salto a la empresa privada debe corregir diferentes aspectos relacionadas con su modelo de gestión. "Debe aprender a ejercer un nuevo estilo de liderazgo -una autoridad que hasta ahora se vertebraba en el enfrentamiento con el partido opositor-, que no sólo se base en gestionar contactos y en cautivar a la opinión pública, sino en la producción de bienes y servicios y en la búsqueda de resultados financieros", explica Manuel Seijo, presidente de la Asociación Española de Coaching y Consultoría de Procesos (Aecop).
Alberto Morón, consultor de dirección, añade que esta disciplina también supone una ayuda en el plano estrictamente personal: "El político que se incorpora a una empresa debe aprender a aceptarse en el presente tal como es, sin anclarse en el pasado -'el que yo era'- ni proyectarse en ensoñaciones venideras". Precisamente, esta es una de las claves del proceso de coaching, como reconoce Pilar Rojo, de IE Business School. "No estamos hablando de un método de formación. El coach -es decir, la persona que te acompaña durante las sesiones- trata de provocar la reflexión del coachee -en este caso, el político- para facilitar el cambio de su esquema mental. El coachee es quien finalmente toma las decisiones. Su coach no le dice lo que tiene que hacer. No le forma, ni le juzga, ni es su psicólogo", matiza.

Adaptación
Estos programas, muy extendidos en el ámbito empresarial, todavía son de nuevo cuño en el sector público. Según Rojo, este desconocimiento puede explicar las reticencias que tienen algunos políticos a la hora de reconocer que han contratado un servicio de coaching. "Creen que si lo admiten, asumen que les falta formación, pero nada más lejos de la realidad. El coaching demuestra que tienen inquietud por su desarrollo de carrera", advierte.
Afortunadamente, las nuevas generaciones de cargos públicos tienen una concepción distinta de este tipo de programas. De hecho, el coaching cada vez es más habitual en la carrera de concejales y consejeros. "El perfil del político que se apoya en un coach es el de una persona joven, que ocupa un cargo en un ayuntamiento o en la comunidad autónoma y observa que tiene carencias en el plano del management", explica Euprepio Padula, presidente de Padula & Partners. Este experto considera que "la gestión de un ayuntamiento se acerca cada vez más a la de una compañía privada. Es algo que ya sucede en países como Estados Unidos y Reino Unido, y que explica que las alcaldías estén adoptando técnicas y estrategias clásicas del mundo empresarial".
Sin embargo, el cambio todavía es incipiente. Así, por ejemplo, en contra de lo que sucede en la empresa privada -que sufraga los servicios de coaching que reciben sus directivos-, en la administración pública es el político quien contrata a su propio coach, muchas veces a través de recomendaciones personales o de informaciones aparecidas en prensa. En cuanto al precio, Alberto Morón estima que un proceso estándar, desarrollado a lo largo de seis meses y estructurado en diez sesiones, puede oscilar entre los 4.500 y 6.000 euros. "El coaching dirigido a políticos identifica las áreas en las que el candidato o gobernante quiere cambiar y consolida nuevos hábitos de comportamiento durante la adquisición, el ejercicio o el traspaso de poder", indica Morón. Entre otros aspectos, este tipo de programas potencian las habilidades de liderazgo emocional del político, lo que le ayudará a conectar con los ciudadanos; desarrollan la coherencia entre la persona y el personaje público que representa; y profundizan en los mecanismos que generan confianza social.